Dios en el cristianismo
El dios del cristianismo es, en principio, el mismo del Antiguo Testamento judío.
Sin embargo, su imagen está reelaborada a partir de un nuevo pacto que hizo con la humanidad luego de que su hijo, el último profeta y mesías según esta religión, fuera crucificado por los romanos.
Esto es lo que se relata en los libros que componen el Nuevo Testamento de la Biblia. Existen notorias diferencias entre el dios de cada parte del libro, probablemente porque se deben a culturas separas por miles de años.
Sin embargo, para el credo cristiano, la versión que se impone es la que Jesús de Nazaret predicaba: la de un dios amoroso, perdonador, omnipresente y omnipotente.
Este dios a la vez puede ser despiadado con los infieles y está listo para ejercer un castigo eterno a quienes considerara culpables cuando llegue el día del Juicio Final. Este día ocurrirá cuando Jesús, que resucitó al tercer día, regrese de entre los cielos.
Este dios es, además, una Trinidad sagrada: Padre, Hijo y Espíritu Santo en una única entidad divina, que custodia el reino de los cielos adónde van los justos a reposar por eternidad. Este dios carece de nombre, pero es asimilable a Jesucristo.
Dios según el judaísmo
El dios del judaísmo es el descrito en el Antiguo Testamento de la Biblia y en las escrituras semíticas del Tanaj.
Para esta religión Jesús de Nazaret fue sólo un profeta más en una larga línea de receptores de la palabra divina, por lo que aún la humanidad espera por la llegada del mesías salvador.
Este dios monoteísta es sumamente severo.
Su código de vida es acatado de manera rigurosa por los judíos más ortodoxos, quienes han renunciado al cerdo por ser un animal prohibido, así como a la comida que no sea kosher o preparada según los mandatos divinos.
Este dios tiene un nombre impronunciable, pero se hace referencia a él como Yahveh.