¿Abrazar la Cruz?

esús está reunido con sus discípulos. Sabe que es su última cena juntos. El Señor mantiene la serenidad, pero su mirada refleja también cierta turbación: los hechos que se avecinan estarán cargados de sufrimiento y dolor. Jesús le dice a Pedro: «Simón, Satanás ha pedido permiso para zarandearlos. Yo he rogado por ti, para que no falle tu fe. Por eso, cuando vuelvas a mí, fortalecerás la fe de tus hermanos».

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Pedro, casi ofendido, miró a Jesús como preguntándole: «¿Acaso crees que voy a fallar? Claro que no». Entonces exclamó: «¡Señor, estoy dispuesto a ir contigo a la cárcel y a la muerte!». Jesús, triste, le respondió: «Pedro, yo te digo: hoy mismo, antes de que cante el gallo, tres veces vas a decir que no me conoces».

Ser fieles a Jesús puede resultar atractivo cuando vemos sus milagros, sus curaciones, sus profundas enseñanzas… ¿Quién no se enorgullece y, a la vez, siente seguridad al tener un Mesías poderoso y sabio? Pero, ¿qué pasa cuando ese mismo Mesías parece ser vencido por las fuerzas del mundo y del mal? ¿Desaparece nuestra confianza? ¿Nos dejamos ganar por el miedo?

Vivir abrazados a Cristo crucificado es un don

Simón Pedro pensaba que no: él le prometió a Jesús que lo acompañaría hasta la muerte si hacía falta. Pero falló: antes de que interrogaran a Jesús, tuvo miedo de ser identificado como su discípulo, lo negó y escapó. Dejó solo a su Señor en el juicio, en la flagelación, en las burlas, en el camino de la cruz, en su muerte…

Ante la Cruz podemos encontrar dos obstáculos. Primero: pensar que no es digna del Mesías, ni tampoco de sus seguidores. Por eso, cuando se presenta la prueba, el sufrimiento, el sacrificio, aparece la tentación de rebelarnos: «¡No debería pasarme esto a mí!». Creemos que estar con Dios significa vivir siempre con éxito y que la Pasión y la Cruz no deben hacer presencia.

El amor de Jesús nos da fuerzas para cargar la Cruz de cada día

Por otra parte, está el segundo obstáculo, que es más sigiloso, porque parece bueno: ¡aceptamos la Cruz!, como hizo Pedro —moriré contigo si hace falta—, pero pensamos que basta con nuestra propia fuerza para cargarla y seguir adelante. Pedro confío en sí mismo y falló: negó a su Maestro. No podemos caminar por la vía de la Cruz si no contamos con la gracia de Dios. Vivir abrazados a Cristo crucificado es un don: ¡el Espíritu Santo nos ayuda!

Jesús ora por nosotros, como rezó por Pedro: «Ruego por ti, para que no falle tu fe». Su amor nos dará fuerzas para cargar nuestra cruz de cada día y seguirlo.

ALGUNOS TEXTOS DE LA PASIÓN DE JESÚS SEGÚN SAN LUCAS

Lucas 22, 31-34

Lucas 22, 39-46

Lucas 22, 54-62

Lucas 23, 26-49

OTROS TEXTOS BÍBLICOS DE APOYO

Antiguo Testamento

Eclesiástico (Sirácida) 2, 1

Isaías 50, 7

Nuevo Testamento

Mateo 16, 15-25

Preguntas para meditar, reflexionar y orar
  1. ¿Cuáles son mis sufrimientos y contrariedades? ¿Qué actitud tengo ante ellos?
  2. ¿Uno mis sufrimientos a los de la Cruz de Jesús? ¿Huyo de ellos?
  3. ¿Confío en que Dios me dará la gracia para hacer frente a las pruebas?
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