Eliseo y la viuda
Eliseo era un hombre muy devoto que viajaba por las ciudades ayudando a los pobres y a las personas necesitadas. En uno de sus viajes, pasó por una ciudad de nombre Betel donde conoció a una viuda que era muy pobre. Aquella mujer tenía muchas deudas con un acreedor, quien la amenazaba con convertir a sus dos hijos en esclavos como forma de pago. Eliseo quedó atónito con su historia y quiso ayudarla.
“¿Qué tienes en casa que pueda servir?” Le preguntó Eliseo a la mujer. Ella, apenada, le respondió que no tenía absolutamente nada, que su esposo la había dejado con deudas y que no tenía nada a ofrecer, solo le quedaba una vasija con un poco de aceite. “Dirígete entonces a casa de tus vecinos y pide prestadas otras vasijas, ¡tantas como puedas!”
La mujer no entendió esta orden, pero Eliseo le pidió que confiase en ella y que tuviera fe en la palabra del Señor, así que ella obedeció. Pidió prestadas vasijas a sus buenos vecinos, que sabían el mal momento por el que estaba pasando la viuda, y una vez hubo reunido todas las vasijas, Eliseo se acercó y una vez más le preguntó si tenía fe en Dios. La viuda contestó de corazón que sí, que la tenía.
Entonces ocurrió el milagro: Eliseo multiplicó el poco aceite que había en esa última vasija hasta rellenar todas las demás, y ante la mirada de sorpresa de la viuda acabó llenando todos los utensilios que le habían dejado los vecinos. “Si crees realmente, Dios no te abandonará. Así que ahora ve al mercado y vende todas estas vasijas de aceite”.
La mujer obedeció y en poco tiempo consiguió vender todo el aceite, alcanzando la suma de dinero que necesitaba para pagar sus deudas. Gracias al milagro de Eliseo y a su propia Fe, la viuda pudo volver a casa con sus hijos y vivir feliz. Hay pocos pasajes bíblicos que hablen tan claramente de cómo la fe mueve montañas…