PRUEBA DE AMOR – JUAN 19:25-27

Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.

Les haré una advertencia, antes de comenzar, de que este mensaje puede que no le agrade a muchas personas, y por dos razones muy sencillas. Primero: porque, aunque se hable de amor en este mundo, no se entiende lo que realmente es el amor. Y segundo: porque muchos siguen al Señor por algún tipo de interés, pero no por el amor que se le debe tener, del tipo de amor de que habla Su Palabra. La gran mayoría que dicen seguir o amar al Señor es porque algo quieren sacar de El, nada más, y solo le seguirán mientras las cosas salgan como ellos desean. Mi más sincero deseo es que se entienda esto, aunque sea algo extremadamente difícil, porque esto en fin, es de lo que se trata seguir al Señor. No hay otra razón superior.

Para comenzar, el pasaje de hoy es unos de los pasajes más significativos de la Biblia, en relación a la respuesta del ser humano hacia Dios. A pesar de todos los grandes milagros y prodigios que hizo el Señor, a pesar de los miles que alimentó, y enseñó, y hasta sanó y liberó, solo hubo estas pocas personas a los pies de la cruz, en el momento más difícil de Su sacrificio. El único de Sus discípulos que nos enseña la Biblia que estuvo a los pies de la cruz, fue Juan, el discípulo a quien El amaba. Juan y estas mujeres, estas pocas personas fueron las más fieles al Señor. Acompañaron al Señor en Sus momentos más cruciales, durante el momento que hasta Su Padre tuvo que separarse, cuando todo nuestro pecado fue puesto sobre El, y finalmente, cuando expiro. Ellos estuvieron con El cuándo aún el Padre no pudo estarlo.

Y ¿qué más vemos de este discípulo principalmente? El Señor le pide algo muy importante a Juan, que cuide de Maria, Su madre terrenal. ¿Por qué pudo hacer esto el Señor? Porque sabía que la única persona a la cual le podía encomendar algo tan especial e importante era a él. ¿Por qué? Porque sabía que Juan le amaba, porque lo había presenciado, porque sabía que por el amor que Juan le tenía a El, le iba a cumplir y le seria fiel. No fue ni porque era el más apto, ni porque era el más inteligente, ni porque era el de mejor situación económica, nada de eso entro en Su decisión. El amor de Juan por El fue lo que le dió esa tranquilidad.

El asunto principal que podemos ver a través de este pasaje es el amor. Todo en el Señor se centra en el amor. Estas mujeres y Juan no siguieron al Señor ni por interés, ni porque El les daba en el gusto, ni por compromiso, ni por ninguna otra cosa; solo le siguieron por amor, y se vió la fidelidad de su amor hasta el último momento. ¿Qué vieron ellos en ese preciso momento? ¿A un gran Rey en la cruz? ¿A un hombre rico? ¿A un hombre poderoso? ¿A un hombre de buena apariencia? En ese momento, el Rey del Universo se permitió ser reducido a un hombre golpeado, azotado, casi desnudo, coronado con espinas, clavado en una cruz, que hasta sus huesos se podían ver cuando ya no se podía ver el correr de su sangre en algunas partes de Su cuerpo. Lo que ellos vieron fue a Jesús, a la Persona que amaban, y que necesitaban estar con El cuándo nadie más quiso estar con El, cuando todo se veía sin ningún tipo de esperanza. El amor a Dios lo es todo. La Biblia nos enseña que es el primer fruto que debe haber en nosotros, lo que demuestra si de verdad el Espíritu Santo vive en nosotros. Porque escrito esta: Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley. Gálatas 5:22-23. La Palabra también nos muestra que el amor va más allá de hacer hasta cosas increíbles, como también está escrito: Si yo hablase lenguas humanas y angélicas, y no tengo amor, vengo a ser como metal que resuena, o címbalo que retiñe. Y si tuviese profecía, y entendiese todos los misterios y toda ciencia, y si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes, y no tengo amor, nada soy. Y si repartiese todos mis bienes para dar de comer a los pobres, y si entregase mi cuerpo para ser quemado, y no tengo amor, de nada me sirve. 1 Corintios 13:1-3. Así que, ni los milagros, ni el conocimiento, ni los dones espirituales, ni siquiera la fe necesariamente determina nuestro amor por Dios. El amor de que Dios habla va mucho más allá. Después de resucitado, el Señor le pregunto una sola cosa a Pedro: Le dijo la tercera vez: Simón, hijo de Jonás, ¿me amas? Pedro se entristeció de que le dijese la tercera vez: ¿Me amas?… Juan 21:17ª. Esto es lo que más le interesa a Dios.

El Señor también nos enseñó que El tiene que ser primero en nuestro amor. Porque escrito esta: Grandes multitudes iban con él; y volviéndose, les dijo: Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo. Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo. Lucas 14:25-27. Esto no quiere decir que tienes que aborrecer tu familia sin razón, sino que, al momento de cualquier decisión, si tienes que escoger entre tu ser querido y Dios, la decisión tiene que ser Dios. Y si escoges por el Señor, tienes que cargar con esa decisión diariamente, porque seguir al Señor no es un caminar fácil. El seguir al Señor es dejar a un lado tu voluntad, tus deseos, y hasta tus amores por El.

Aquí les compartiré algo personal. Yo perdí hace no mucho tiempo a mi padre. El murió de cáncer. Durante su enfermedad, yo sentía que Dios me estaba probando. Cuando veía que empeoraba, sentía a cada momento que Dios me estaba probando si le amaba, si le quería seguir amando a pesar de las oraciones no contestadas, al ver lo que lucía ser inevitable. Recuerdo que cuando le pregunte al doctor por teléfono (fue una noche que estaba yo trabajando hasta tarde en mi oficina, totalmente solo), que me digiera cuanto tiempo le quedaba a mi padre, y él me dijo: Creo John que le quedan seis meses de vida. En ese momento, sentí un dolor inmenso, pero a la misma vez, me volvía el pensamiento: ¿Seguirás amando al Señor? Finalmente, mi padre partió a la presencia de Dios. Y pocos momentos después que él falleció, cuando estuve solo, ya no fue solo un pensamiento, sino que el Señor me preguntó directamente: ¿John, me amas? Con un dolor muy profundo, le respondí: Si Señor.

Uno puede decir que ama al Señor muy fácilmente cuando todo luce que está bien. Pero, los momentos difíciles vendrán (porque habrán muchos, hasta el momento de morir), cuando Dios permitirá cosas muy difíciles en tu vida, cosas que no estarán relacionadas a errores que hayas hecho, porque cuando cometemos errores solo estamos lidiando con consecuencias (esas no son pruebas), Dios te preguntará también: ¿Me amas? Así que, debes pensar en esto, para asegurarte que estés siguiendo al Señor como debes: ¿Amas al Señor, pase lo que pase, aún cuando todo se vea totalmente opuesto a lo que deseas? ¿Serás como Juan y esas benditas mujeres a los pies de la cruz? ¡Qué el Señor les bendiga! John

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