Mayo es sinónimo de fiesta, los días son más largos, el sol ilumina las calles y parques y Madrid disfruta no de uno ni de dos, sino de tres días festivos. Tras el 1 de mayo, fiesta a nivel nacional, y el 2 de mayo, festividad de la Comunidad de Madrid, llega el 15 de mayo, día de San Isidro. Aunque la pandemia lo ha parado todo, en la ‘antigua normalidad’ el Jardín de las Vistillas, el parque de San Isidro, la Plaza Mayor y muchos otros lugares emblemáticos de la capital se convertían en escenarios al aire libre con decenas de conciertos que disfrutar; las calles asumían el olor del cocido madrileño y las rosquillas mezclado con el de los claveles y en el aire resonaban los chotis, mezclados con el pop y el rock de los grupos más actuales. Las fiestas de San Isidro son de las más castizas de la ciudad, junto a las de verano (San Cayetano, San Lorenzo y La Paloma), y madrileños y turistas de todas las edades se engalanan con sus trajes de chulapas y chulapos allá donde quiera que vayan.
Sin embargo, no todos conocen la historia del que pone nombre a las fiestas patronales de la ciudad: Isidro de Merlo y Quintana nació en el seno de una familia humilde del Madrid musulmán y en su vida vivió muchas anécdotas que luego pasaron a la historia, entre ellas su matrimonio con quien da nombre a uno de los grandes paseos de la capital, Santa María de la Cabeza (cuya fiesta se celebra el 9 de septiembre). Con la religión cristiana como herencia de su familia, a los 10 años comenzó a trabajar como labrador para una finca, y estos dos puntos se mezclaron en uno de los muchos milagros que se le atribuyen: cuenta en su web la Archidiócesis de Madrid que cada madrugada retrasaba su ‘entrada’ al trabajo para acudir al templo cristiano y rezar, razón por la cual fue calificado de holgazán por sus compañeros. El patrón de la finca comprobó con sus propios ojos que Isidro llegaba siempre tarde a trabajar por culpa de esos rezos, pero mientras él conversaba con Dios, “los bueyes estaban arando solos la parte que le correspondía al buen Isidro”. Milagro número uno. De muchos, casi 500.
“Su esposa encontró, sorprendida, que la olla rebosaba comida y vio en él a un santo”
La Iglesia le atribuye un total de 438 milagros, entre ellos el de elevar las aguas del pozo en el que se encontraba su hijo —de hecho, su primer trabajo conocido fue el de pocero—, el de mantener su cadáver incorrupto años después de muerto o el de sanar a los enfermos, además de aquel de arar la tierra con ayuda de su fe. ‘La olla de San Isidro’ es como se conoce a otro de sus múltiples milagros: “Se cuenta que cada año nuestro amigo organizaba una gran comida popular donde eran invitados los más pobres y marginados de Madrid. Sin embargo, en una ocasión el número de presentes superó lo previsto y la comida que habían preparado no llegaba ni a la mitad de los convocados”, relata la Archidiócesis madrileña. La congregación de San Isidro, en su página web, exhibe la misma historia. “Isidro le rogó a María que fuera a la olla. Obedeciendo al esposo fue, a sabiendas de que la había dejado vacía, y sin embargo, encontró sorprendida que la olla rebosaba comida. María reconoció en su marido a un santo”.
Milagros y solidaridad
Al ahora patrón de Madrid se le atribuye, además de los muchos milagros, una solidaridad ilimitada, y se cuenta que lo que ganaba lo repartía entre su familia, el templo y los pobres. Tanto es así que además del de la olla se le asigna el milagro del banquete de la cofradía a la que Isidro pertenecía, una vez más, relacionado con la comida infinita. Isidro llegaba tarde a esta reunión gastronómica, una vez más por haberse quedado rezando en la iglesia; cuentan que cuando iba de camino fue seguido de un grupo de mendigos, pero cuando llegaron todos, la comida se había terminado y solo quedaba la porción que sus compañeros de la cofradía le habían guardado para él, por lo que los que lo acompañaban no podrían comer.
“Isidro contestó que su porción bastaría para él y para el resto. Comenzó el reparto, habiendo para todos y además sobrando”, explica la congregación que lleva su nombre. No fue el único caso: cuentan que un día de nieve Isidro se dirigía al molino cargado con un saco de grano, pero por el camino se encontró con un grupo de pájaros que no podía encontrar comida en el suelo por la cantidad de nieve. Decidió entonces compartir con ellos parte del cereal y al llegar a su destino descubrió, una vez más, que la comida se había multiplicado: el saco de grano volvía a estar lleno.
Isidro fue beatificado por el papa Paulo V en 1619. Fue este quien, conforme a la revisión de las costumbres de la Iglesia tras el Concilio de Trento, decidió beatificar al labrador y decretar que la fecha de su festividad fuera el 15 de mayo. Sin embargo, tres años después, Gregorio XV lo canonizaba —aunque la bula de canonización fue firmada por el papa Benedicto XIII dos años más tarde, a causa de la muerte del anterior—. La santificación de Isidro el labrador respondía a la reanimación del monarca Felipe III, y en el decreto se hace alusión a la fiesta de traslación, por lo que el 15 de mayo podría referirse al traslado de los restos del cuerpo de San Isidro en 1212 a la Iglesia de San Andrés.